Abengoa
está en el ojo de la tormenta. Sus movimientos empresariales y económicos,
debido a la severa crisis que
atraviesa actualmente, son noticia
en los principales medios de información del mundo. Se trata de una
empresa líder en el sector de las energías renovables, un imperio –también en la
bolsa de valores– que crecía año tras año y conquistaba mercados en los cinco
continentes. Si todo era tan positivo, ¿Por qué se encuentra en crisis Abengoa? Lo
preocupante para muchos, es que se trata de un modelo empresarial enfocado en
la promoción y utilización de energías renovables. Esto podría llevar a pensar
que este rubro conlleva grandes riesgos (como todo emprendimiento) o que no es
sostenible en el tiempo; desanimando a futuros inversionistas. Sin embargo, la
historia de Abengoa es mucho más compleja. Veamos a grosso modo lo ocurrido.
El
4 de enero de este año, la empresa española Abengoa cumplió 75 años de historia
desde su fundación. Fue en el año en el año 1941 cuando los ingenieros Javier
Benjumea Puigcerver y José Manuel Abaurre Fernández-Pasalagua junto con tres
amigos y otros familiares fundaron en Sevilla la Sociedad Abengoa SL. El nombre
Abengoa, justamente, resulta de combinar las iniciales de los nombres de los
cinco fundadores. A lo largo de una
década, la empresa paso por distintos rubros, desde fabricantes de equipos,
mantenimiento de motores, diseñadores hasta ejecutora de grandes obras de
infraestructura. En los sesenta fue pionera en la internacionalización de sus
operaciones en Iberoamérica, participó en la puesta en marcha de la central nuclear
José Cabrera (más conocida como Zorita) en la provincia de Guadalajara, España. Luego se
fijó como objetivo entrar en el negocio de las telecomunicaciones y desarrolló
su filial en electrónica. Los setenta son de gran expansión, de la mano de
clientes como Telefónica y del desarrollo del Plan Energético Nacional Español (orientado
a reducir la dependencia del petróleo), además de crecer en el sector químico y
la automoción. Y en los ochenta perfila su entrada en las renovables con
el desarrollo de su primer parque eólico.
Fue
en las década de los noventa cuando Abengoa centra su actividad en el
desarrollo e innovación de tecnologías de la información, energías renovables y
biocombustibles. A partir de ese momento se convierte en pionera en el
aprovechamiento de la energía termosolar, los biocombustibles de segunda
generación y líder en el desarrollo de grandes líneas de transmisión
eléctricas. Mucho de este crecimiento fue impulsado por las subvenciones a
estas energías que aprobó el gobierno del presidente español José Luis
Rodríguez Zapatero. Las generosas primas a las renovables alumbraron un
nuevo sector “con la garantía del Estado”. Abengoa construyó entonces, 16
termosolares -más que ninguna otra empresa en España-, con la promesa de un
retorno económico brutal. La rentabilidad sobre la inversión superaba el 20%, y
Abengoa destinó 4.000 millones de euros a sus plantas termosolares, para cuyo
financiamiento acudió a deudas millonarias. A principios del 2011, tras el
estallido de la crisis de la deuda soberana (el rescate de Grecia y los
primeros recortes en España), el gobierno propinó el primer castigo al sector
de las renovables. El segundo golpe vendría en la siguiente legislatura, cuando
se revisaron de nuevo todas las primas y se bajó, en consecuencia, drásticamente
la rentabilidad. El retorno económico brutal no ocurrió según lo esperado.
En
la actualidad el 70% de los ingresos proviene de los sectores eléctricos e
hidráulicos. Su segunda gran pata de negocio pasa por la producción industrial,
centrada en biocombustibles y el desarrollo tecnológico, con unos ingresos de
1.614 millones (aprox.) en el 2015. En tercer lugar, tiene una parte de su
cuenta de resultados vinculada al negocio concesional en infraestructuras de
agua, solar, cogeneración y líneas de transmisión eléctrica.
Conocida
la historia de este imperio de la energía y sus tres fuentes principales de
ingresos, pasemos al panorama actual de la empresa. Abengoa tiene a la fecha
una deuda aproximada de 20,200 millones de euros a bancos, bonistas y otros
prestamistas, a lo que hay que sumar alrededor de 5.000 millones más a
proveedores. Se trata de una deuda insostenible. Muchas estrategias se han
llevado a cabo, incluso la renovación de altos directivos y cese del presidente
de la organización. Sin embargo el entorno crítico continua latente.
Para
muchos expertos, lo que se ha llevado
por delante a Abengoa es un determinado patrón de crecimiento basado
en el endeudamiento.
O en el apalancamiento, como se prefiera, y que tuvo su máxima expresión cuando
se pusieron en circulación bonos de alto
rendimiento que no eran otra cosa que una fuga hacia
adelante buscando financiación a cualquier precio. Nadie quiso hacer el
aseguramiento de aquella operación. Un mercado aparentemente favorable con facilidades
tributarias ocasionó un crecimiento de la empresa financiado por deudas. Este
crecimiento, ante un cambio del contexto inicial, cayó por la pendiente abrumado
por tantas deudas y se dio de bruces con la realidad.
Pero,
al mismo tiempo, la empresa ha pecado de ser excesivamente innovadora, por así
decirlo, en sus operaciones financieras, sobre todo en la forma de contabilizar
su nivel de deuda. De hecho, sus gestores suelen vincular el origen de todos
sus problemas a la "falta de entendimiento" por parte de los
inversores internacionales sobre los mecanismos "complejos" que
utiliza el grupo para captar fondos del mercado. Una situación que ha situado a
la compañía en una montaña rusa bursátil, con subidas y bajadas y siempre
bajo la lupa inversora.
Las
tribulaciones de Abengoa, contrastan con lo que está ocurriendo con Gamesa, otra
empresa española del rubro energías renovables, específicamente dedicada a la
manufactura de plantas eólicas. Los ingresos de esta empresa se dispararán este
año y alcanzarán la mayor suma desde el 2007, según proyecciones, en tanto la
empresa se beneficia por un aumento de las instalaciones de turbinas eólicas. Las
acciones de Gamesa han subido 2,7 por ciento en lo que va del año.
Fabio
Riccelli de Fidelity Investment Services Ltd. (inversionista en acciones
bursátiles con gran presencia en España y Portugal) dice que ha aumentado el
interés de inversión en empresas de energía renovable. Gamesa e Iberdrola SA,
la dueña de concesionarias de energía eléctrica más grande de España, están
entre sus objetivos de inversión. “El potencial para seguir aumentando la
eficiencia y mejorar los factores de carga sin dejar de reducir costos debería
empujar a la energía eólica a la corriente principal de producción de energía
durante la próxima década”, dice Riccelli.
Considero
que el desarrollo de empresas de energías renovables es el futuro inmediato en
los negocios. Su importancia para el desarrollo tecnológico y de
infraestructura es crucial. Si se logra enmarcar en una política gubernamental
de apoyo a este tipo de negocios (incentivos fiscales, subvenciones, etc.), los
resultados pueden ser más que importantes. Sin embargo, una lección que nos
deja lo ocurrido con empresas como Abengoa, es que las empresas de cualquier
índole requieren gestiones empresariales óptimas y no están exentas de los
riesgos asociados a cualquier emprendimiento. Por ello, es necesario no
generalizar las experiencias y continuar con la promoción de la industria de
energías renovables e investigación de fuentes alternas de energía; que
permitan el tan ansiado desarrollo sostenible. En nuestro país, sobretodo, es una deuda
urgente que deberá incluir el estado en sus planes de desarrollo.
Apujirka
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