EL Gerente de Campo está parado,
hablando, en el meeting de jefes de campo – “hace seis meses tuvimos nuestro
último accidente (un corto silencio), un señor se rompió la pierna en varias partes,
cuando le cayó encima un equipo de soldadura que pesaba como 500 kg” – parecía
muy calmado mientras hablaba con los jefes – “nosotros no somos una empresa de venta
de carne, como la empresa X, la contratista donde trabajaba este señor” – Ahora
se puso muy serio y continuó – “La empresa X le ha retenido su sueldo todo este
tiempo y el señor Gonzalo ya no sabe qué hacer para poder pagar su tratamiento,
operación y rehabilitación… es una lástima que lo traten así (otro silencio
acompañado por miradas desaprobatorias de los jefes)… pero aunque nosotros no
vendemos carne, nosotros somos el cliente y ninguno de los que estamos aquí
reunidos sabe nada sobre el señor Gonzalo, ¿Dónde nos deja eso?” –. Esta vez, un
silencio fúnebre se apoderó del meeting de jefes, todos se miraban entre sí con
obvia vergüenza. Era muy cierto que todos en la mesa se habían olvidado del
accidente. Por su puesto, el día del accidente todo era escándalo, se llenaron
los documentos legales, se hizo la investigación pertinente, se realizaron las
inducciones sobre el evento, etc. Luego de un mes alguien preguntaba todavía
por Gonzalo. Dos meses después el desierto. Éramos sin duda una Empresa de
venta de carne, claro un conciso.
Luego del meeting y de rasgarse las
vestiduras llamaron a Gonzalo y le ofrecieron trabajo de vigilante.
Aparentemente lo único recomendable en su condición. Le devolvieron su sueldo y
buscaron la manera de que la empresa X se ponga al día en sus pagos y que le
agilicen los trámites necesarios para que tome los tratamientos médicos,
operación y demás. Todo volvió a ser linda primavera en la operación y en los
floridos jardines del campamento base era como que no había ocurrido nada. Las
aves cantaban, las mariposas volaban, no había accidentes y todo era amor y
paz. Colorín colorado este cuento se ha terminado.
En mi cabeza (of course) nada se
había acabado. Éramos vendedores de carne que trabajábamos, con fortuna, para
un buen jefe. Si el jefe nunca hubiese seguido el accidente, si no hubiese
dicho nada en la reunión, nadie de los que estaban sentados en la mesa de
jefatura hubiese movido un dedo para ayudar a Gonzalo. Todos hubiésemos seguido
nuestras vidas con felicidad y armonía, sin pensar un minuto en el necesitado.
Ni siquiera el Jefe de Recursos Humanos – creo honestamente que él menos que
todos – tampoco el jefe de Mantenimiento, quien era el “responsable directo”
del agraviado. Esa vez el jefe nos enseñó a ser mejores personas.
Luego del evento acontecido me quedé
meditando ¿Cuántos casos similares al de Gonzalo se deben presentar cada día?
¿Cuántos deben ser correctamente atendidos? ¿Cuántas empresas no son más que
negocios donde se vende a los trabajadores como si se tratara de carne?
¿Cuántas empresas aprovechan la necesidad de la gente y cuando ya no son útiles
los desechan como residuos comunes? ¿Cuántos deben aceptar miserias y esas
miserias ni se pagan a tiempo? Y otras varias interrogantes atravesaron mi
cabeza como balas perdidas. Me sentí muy apenado.
Para mi buena fortuna he
trabajado en lugares donde la gente en general es respetada y por lo menos se
les paga bien. Inclusive cuando se trataba de proyectos cortos. Creo que no
podría trabajar en un lugar donde las personas no sean el recurso más
importante, por lo menos ahora no. Este mensaje lo trato de inculcar a mis
trabajadores, a los logísticos, a los administrativos, a los Supervisores, a
los capataces y a los obreros. Lo más importante siempre son las personas. Sin
personas no hay trabajo, ni empresas, ni necesidades, ni nada.
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Quiero añadir algo más a este
post. El trabajo que realizamos con mis compañeros en estos proyectos no es un
trabajo sencillo, requiere mucho esfuerzo, estar alejado de tu familia, a veces
incomunicado, sudar y berrear en el calor de la selva, caminar grandes
distancias, estar sucio la mayor parte del día, bañarte donde se puede y en
ocasiones usar a diario ropa húmeda. Que puedo decirles, es lo que nos gusta y
obviamente no es para todos. Por ello, cuando un trabajador se acerca y me dice
que el capataz le ha levantado la voz, o el Supervisor lo ha mirado feo, o que
se ha roto una uña que le duele y no lo deja trabajar, le pido dulce e inmediatamente
que renuncie, el 95% lo hace. Es importante tratar bien a las personas, pero
también es importante contar con personas que estén convencidas y contentas de
lo que están haciendo y den lo mejor de sí. La manzana podrida corrompe a las
demás… por los siglos de los siglos… amen.
Tupaq.
Pd: Les dejo un video interesante de uno de mis ídolos actuales, el
señor Simon Sinek.
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