viernes, 13 de mayo de 2016

LA VIDA EN EL MONTE II

Son las seis de la mañana y el bote de contingencias avanza raudamente por el río – no hay nada en la selva, más rápido que el bote de contingencias – dos supervisores de EHS y una cuadrilla de trabajadores de Contingencias, bostezan y hablan poco. El bote debe parar continuamente, para evitar volcar al agua, las canoas de los nativos. Luego vuelve a tomar velocidad y continúa su viaje de dos horas.

Casi al fin de la primera hora una nube negra cubre el cielo, los supervisores se miran porque saben que va a empezar una tormenta. “¡Puta Madre!” dice uno de ellos y añade “no traje impermeable”. El otro Supervisor alza los hombros y le responde “yo tampoco… gajes del oficio… ¿Eres macho o no eres macho?". Ambos machos se quedan callados mientras la tormenta inicia su comparsa. Un frío de mierda – disculpen la expresión pero no encuentro mejor descripción – los envuelve. Saben que falta una hora para llegar al lugar del incidente, así que aprietan los dientes y aceptan lo que viene. Casi congelados llegan a la orilla, desde ahí solo son cuarenta minutos caminando sobre el lodo fresco del monte… que putada.

Ya en el lugar, sale el sol. El supervisor más educado vuelve a decir “Puta Madre” y continua “monte de la verga, llueve y te cagas de frío, sale el sol cuando estás trabajando y te cagas de calor, así vamos a acabar cuarteados”. Su amigo sólo se ríe e inician su inspección. El lugar del derrame – casi como siempre – está hecho una desgracia, el crudo es bastante escandaloso y a 20 m. a la redonda solo se ve negro. Negro arriba, negro abajo, negro a los costados, luego también sus uniformes se manchan de crudo y regresan negros al bote de contingencias. Durante el regreso el sol los achicharra. Sobre el aluminio del bote la parrilla está lista, y los cansados supervisores aceptan el asado de sus propias carnes.

Cuando el educado supervisor llega a su cuarto – afortunadamente tiene un cuarto independiente – toma una larga ducha. Mientras se jabona se da cuenta que tiene varios moretones y arañones en el cuerpo. “Gajes del oficio” piensa. Su trabajo – el cual para muchos sería malo – para él es el mejor trabajo del mundo. En el monte ha tenido la oportunidad de viajar en helicóptero a comunidades abandonadas por Dios, de pasar la noche en cabañas olvidadas, otra en un empujador fluvial – porque alguna vez, tuvo que acompañar a autoridades, a tomar muestras de calidad de agua – o en carpas de campaña disfrutando las historias de amigos, de deslizarse en las aguas de los ríos de la selva en el poderoso bote de contingencias… “que bella es mi vida” pensaba.

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Al día siguiente, durante su charla de cinco minutos – con la cuadrilla de contingencias – en un trabajo de limpieza de pasivos ambientales, el supervisor les recuerda a su equipo la importancia de su trabajo. “Nadie nos agradece, el trabajo de un ambientalista de campo es perfil bajo. Nadie nos va a venir a felicitar por lo que hacemos, pero lo que hacemos es bueno. Cuando vayan a sus casas recuérdenles esto a sus familias, están haciendo algo muy bueno, están dejando las cosas mejor… en este momento, siéntase orgullosos de pertenecer a una cuadrilla de contingencias, su trabajo tiene un propósito y uno muy noble”. Cual soldados en un campo de batalla, los trabajadores miran a su líder con admiración. Lo respetan y lo quieren, porque saben que a donde ellos vayan, él siempre va a llegar a apoyarlos.

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Quise escribir este post a solicitud de mi amigo APUJIRKA y por todos aquellos amigos que han leído “La Vida en el Monte” y se han sentido identificados.

La historia de mi amigo el supervisor, es una historia como muchas, de gente que trabaja en campo. Te invito a contar la tuya, a compartirla con nosotros y con todo aquel que sea un hermano del monte. Saludos.

TUPAQ

TUPAQ y su casa en el monte


3 comentarios:

  1. Que buena experiencia, nos encantaría que amplíen a experiencias mineras también, me siento identificado

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  2. Excelente artículo, traen a la memoria aquellos días donde escuchar a los lejos el sonido del helicóptero era señal de libertad jajaja, pero lo vivido y lo comido por estos lares, nadie te lo quita!! Un abrazo y ojalá sea una trilogía.

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